Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo han confirmado en gran medida lo que apuntaban los sondeos. Entramos en una legislatura de mayor fragmentación, un aumento de los partidos con tendencias euroescécpticas o directamente contrarias a la Unión, y mayores dificultades de generar el consenso necesario para resolver los muchos problemas que se hallan encima de la mesa y asoman por el horizonte. Esos rasgos de erosión y relativo desgaste de los fundamentos y las fuerzas políticas que han hecho Europa posible durante más de sesenta años proyectan lo que está ocurriendo al nivel interno de los países, con la ascensión de los populismos, los nacionalismos y la puesta en cuestión de cómo se han hecho las cosas hasta ahora, pero con el futuro de Europa nos jugamos mucho: nos jugamos no solo la estabilidad y la prosperidad de nuestros países, sino una parte importante también de estabilidad y prosperidad mundiales.
(Artículo original publicado en el Periódico Expansión, el día 27 de Mayo de 2019)