Qué duda cabe de que la relación entre Rusia y Europa es esencial para el futuro de una Unión Europea que quiere ser un actor global.
Cuando el 21 de noviembre de 2013 el entonces presidente de Ucrania, Víctor Yanukóvich, realizó el anuncio sorpresa de que Ucrania iba a suspender las avanzadas negociaciones para la firma de un acuerdo de asociación con la Unión Europea con el fin de estrechar sus lazos con Rusia, muchas cosas cambiaron. Un mes después, Yanukóvich y Vladímir Putin firmaban un plan de acción por el que Rusia prestaba 15.000 millones de dólares a Ucrania y le descontaba el precio en su abultada factura de gas a cambio de no seguir profundizando las relaciones con la UE. Poco después estallaba el movimiento popular conocido como el Euromaidán, que se hizo rápidamente tan intenso como para que Yanukóvich se viera forzado a escapar de Kiev, lo que fue seguido por la anexión ilegal de Crimea, la emergencia de movimientos separatistas en la región del Donbáss en el Este de Ucrania y la continuada situación de inestabilidad por la interferencia rusa en la zona.
(Artículo original publicado en el Periódico Expansión, el día 12 de Octubre de 2019)