La salida de las tropas estadounidenses de Afganistán el pasado mes de agosto supuso un antes y un después en la percepción de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), tanto por parte de sus Estados miembro, como del resto de países del mundo. Desde entonces, y tras el estallido de la crisis entre Rusia y Ucrania, el papel que juega la Alianza en la escena internacional –así como las relaciones que mantiene con el Gobierno estadounidense y la Unión Europea– parece haber sido puesto en tela de juicio.
En esta línea, la mesa redonda “La OTAN después de Afganistán. La proyección de los valores transatlánticos”, organizada por el Real Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad CEU San Pablo, en colaboración con la Asociación Atlántica Española, ha servido como un espacio de debate y análisis sobre la situación que enfrenta la OTAN. Para ello, el coloquio ha contado con la presencia de importantes figuras de la diplomacia y las políticas de estrategia exterior, entre las que se encontraban el embajador español, Javier Rupérez; el jefe de Investigación del Institute for Statecraft de Londres, Nicolás de Pedro o la exministra popular de Asuntos Exteriores, Ana Palacio.
A estas se suman las intervenciones del doctor Charles Powell, director del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, así como del doctor Florentino Portero, historiador e investigador senior en la misma institución. Las ponencias y discusiones fueron moderadas por el catedrático de Derecho Internacional Público y Derecho Comunitario Europeo y director del Real Instituto de Estudios Europeos de la Universidad CEU San Pablo, José María Beneyto. Mientras que, finalmente, la clausura de la mesa redonda corrió a cargo del presidente de la Asociación Atlántica Española, Pedro Argüelles Salaverría.
Uno de los principales puntos de consenso sobre el que se establecieron los debates de la mesa redonda “La OTAN después de Afganistán. La proyección de los valores transatlánticos”, fue la idea de que la organización “tocó fondo tras la retirada de tropas de Afganistán”, recapitulaba Pedro Argüelles en su intervención final. Y es que en esta cuestión convergieron las ponencias y perspectivas de todos los expertos invitados.
“La salida de Afganistán fue una operación mal planteada que ha generado grandes problemas de fiabilidad en Estados Unidos para todos los Estados aliados en Europa y Asia. Esto supone un problema para todos aquellos países cuya seguridad descansa bajo el paraguas del gigante norteamericano, y entre ellos se encuentran los miembros de la OTAN”, explicaba el jefe de Investigación del Institute for Statecraft, Nicolás de Pedro.
No obstante, tal como sostenía Charles Powell, el segundo de los problemas más importantes que afronta la OTAN guarda relación con “el tipo de sistema de defensa y seguridad que la organización quiere tener”. El director del Real Instituto Elcano afirmó que la estrategia de la organización debía retomar el sendero ‘back to basics’, posicionándose únicamente en defensa de Occidente –y sus valores democráticos y liberales –, y adoptando métodos disuasorios ante posibles amenazas al orden o al derecho internacional.
En este sentido, el historiador e investigador, Florentino Portero, advirtió sobre el progresivo acercamiento a potencias antidemocráticas, que pretenden, además, integrarse en la organización. “Si somos una alianza en defensa de la democracia, lo que tenemos que hacer es empezar a preocuparnos también por las democracias de casa”, agregó Portero. Y, en sintonía, Nicolás de Pedro expresó la necesidad de “fijar unos términos en el debate europeo que estén anclados a un mayor realismo”, como uno de los futuros pasos a seguir por los países de la UE miembros de la OTAN.
Lo que sucedió en Afganistán –según Nicolás – se debe a que, “con un consenso de mínimos, los países de la Alianza pretendían alcanzar unos objetivos excesivamente ambiciosos”. Así, tras la percepción de una derrota ante unos objetivos casi imposibles, la Unión Europea, y la OTAN en su conjunto, parecen ser vistos como incapaces. “Esta percepción de declive se alimenta a sí misma, y esto nos termina llevando directos al fracaso y solo refuerza la confianza de nuestros oponentes estratégicos”, explicó de Pedro.
En cuanto al papel de la Unión Europea dentro de la OTAN y de la totalidad del panorama internacional, los ponentes se pronunciaron desde muy diversas perspectivas. Por un lado, la exministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, reivindicó que la UE era relevante en la medida en que forma parte fundamental del orden mundial establecido. “En las Asambleas Generales, Lavrov [ministro de Asuntos Exteriores de Rusia] se ha concentrado en exponer que Rusia está cuestionando el orden establecido en el mundo. Y para terminar con este orden internacional, Rusia tiene que minar a la UE”, afirmó Palacio.
Sin embargo, posturas como la del director del Real Instituto Elcano distaron mucho del planteamiento de la exministra. “La pérdida de relevancia de Europa ante Estados Unidos explica el por qué de que la Unión se encuentre fuera de las negociaciones con Rusia”, mantenía Powell en referencia a la crisis entre Kiev y Moscú, en la que el papel de Washington está siendo determinante. “Somos meros espectadores, y esto está suponiendo un enorme desequilibrio dentro de la propia organización”, agregó. “En una época como la actual, de creciente rivalidad entre grandes potencias, Europa depende aún más de EEUU de lo que lo hacía justo después de la Guerra Fría”.
Finalmente, en su última intervención, el presidente de la Asociación Atlántica Española, Pedro Argüelles, celebró el nivel de acuerdo alcanzado por todos los participantes a lo largo de la jornada, y quiso hacer hincapié de nuevo en que – a pesar del declive de la organización, el “agujero negro” que representa Kabul y la crisis cultural, social y política que está afrontando EEUU, principal pilar de la OTAN –, “la Alianza Atlántica después de Afganistán tiene una oportunidad de reformularse y de recuperar su importancia”.
“Si no existe una seguridad y un acuerdo entre las dos orillas, la capacidad disuasoria de la organización desaparece”, concluyó Argüelles. Y, para ello, según el presidente de la Asociación Atlántica en España, “la Alianza tiene que repensar su formulación, releer su tratado constitutivo, y tratar de ser más pragmática y realista para enfrentar las posiciones de Rusia y China, que tienen estas cuestiones mucho más claras”.